Es a través de la interacción donde cada niña y cada niño aprende a confiar en otras personas y en sí mismo. Y como ya lo hemos dicho, a través del juego, se producen las interacciones más valiosas.
Esto ocurre porque el niño comprende que hay otras personas disponibles en todo momento y que se interesan por las cosas que realizan, que dicen ya sea a través de gestos o el habla, y que se interesan por aquello que a ellos como niños le importa.
Producto de este intercambio, cada niña y cada niño comienza a confiar en sus ideas, habilidades y conocimientos potenciando también su autonomía.
La conexión entre el lenguaje (el verbalizar) y el mundo emocional
Múltiples autores e investigaciones demuestran que las emociones tienen un rol vital en el desarrollo del aprendizaje y si no logramos esta conexión a través del lenguaje y el mundo emocional probablemente el panorama educativo sea un poco más complejo.
El mundo emocional, nos permite desarrollar un constructo y significado personal de lo que pasa en nuestro entorno y de la vida externa en general.
Por lo tanto esta emocionalidad permitiría una interconexión entre pensamiento y sentimiento y entre sentimiento y memoria.
¿Qué pasaría en un desborde emocional si no ayudo a través de la verbalización y la conexión emocional?
Al ocurrir un desborde emocional, por ejemplo, habría una menor capacidad de atención en diversos hechos para terminar una “tarea”, adquirir conceptos o tomar decisiones.
Dado estos pequeños aspectos mencionados, es que se vuelve esencial abordar las emociones, considerando el autoconocimiento, la autorregulación, la motivación y la empatía.
¿Cómo podríamos ayudar a los niños entonces al verbalizar?
Durante la conversación que se da en el juego podemos compartir aquello que sentimos, que pensamos y conectarnos desde el lenguaje en todas sus dimensiones.
Es durante el juego también que abordar desregulaciones emocionales y aquí donde podemos reconocer verbalmente sus emociones y ayudarlos a identificarlas “prestando palabras” que les permitan reconocer aquello que les sucede.
Usar señales no verbales como el contacto físico, las expresiones faciales empáticas, un tono cálido y escucharlos sin juzgarlos también es sumamente positivo.