La mayoría de los padres quiere que sus hijos sean capaces de adoptar una postura firme cuando otros los tratan con brusquedad. Esperan que no comiencen peleas, pero si los atacan o molesran que puedan enfrentarlo y no se vean abrumados. El aprendizaje de un niño para encontrar un equilibrio saludable entre un comportamiento demasiado agresivo y muy poco agresivo probablemente sea la tarea más difícil del crecimiento.
Los impulsos o deseos agresivos son innatos en el niño y son un aspecto crucial de la fuerza vital sicológica y de la supervivencia. En el curso del desarrollo saludable, estos impulsos se expresan normalmente en varios comportamientos en diferentes edades y, con la ayuda de padres y otros, gradualmente van pasando al control de la persona.
Es desde el segundo año, cuando el niño desarrolla una mejor conciencia de que es una persona separada —“yo” y “tú”—, cuando puede comenzar a entender que él está enojado con alguien y se comporta con fuerza intencionada.
¿Entonces qué deben hacer los padres para moderar y canalizar la agresividad de su hijo sin eliminarla?
- Los límites son parte del cariño. Ten presente que el hecho de que tu hijo se sienta amado y cuidado con afecto sienta las bases para su aceptación de la orientación que usted le dará a medida que vaya creciendo. Los niños que se sienten amados quieren agradar a sus padres la mayor parte del tiempo y responderán a la orientación de éstos. Poner restricciones razonables al comportamiento de tu hijo es parte de amarlo, así como alimentarlo, consolarlo y jugar con él.
- Trata de determinar lo que desencadenó el comportamiento agresivo de su hijo. Pregúntate qué pudo haber pasado para eso: su comportamiento o el de otra persona, o alguna otra cosa en la situación; tal vez él esta muy cansado o no se sienta bien. El hecho de que lo hayan apurado, tratado de manera abrupta, negado algo que quería o aun no poder hacer algo que ha tratado de hacer con un juguete o actividad física con frecuencia produce sentimientos de frustración y enojo que dan lugar a un comportamiento agresivo.
- Usa lo que sabes. Usa lo que ya conoces sobre el temperamento de tu hijo, sus ritmos, preferencias y sensibilidades.
- Se claro. Dile lo que quieres que haga o no haga en una situación específica (sin sermones largos). Tu hijo sabrá de tu desagrado por el tono de voz y por la manera como le hablas. Es importante que trates de ser claro sobre tu desaprobación. No obstante, los sermones largos y las predicciones graves por lo general son contraproducentes. Recuérdale que es amado aun cuando no te gusta su comportamiento.
- Se un observador cuidadoso. Cuando tu hijo pequeño está jugando con otros niños, mantén un ojo sobre la situación pero trata de no estar encima. Lo que puede empezar como una pelea en broma, correr y perseguir o compartir juguetes puede convertirse rápidamente en una batalla entre niños y pueden necesitar un árbitro.
- Use el reencauce. Cuando tu hijo esté siendo agresivo de formas que a ti no te gustan, frena el comportamiento y dale otra cosa que hacer. Puedes sugerir y ayudar a iniciar una nueva actividad o tal vez puedes guiarle a un lugar donde puede descargar los sentimientos agresivos sin hacerse daño ni hacerle daño a otros, los juguetes o al perro de la familia.
- Usa el lenguaje. Ayuda a tu hijo a explicar por qué está enojado. Por ejemplo: “Creo que estás enojado porque no puedes ir a jugar con José . Sé cómo te sientes, pero es muy tarde para ir hoy” (o cualquiera sea el motivo).