A veces hay que contar hasta 10 para no levantar la voz. Hay que tener en claro que la violencia verbal también es violencia, y gritarle a tu hijo solo conlleva efectos negativos.
Es importante saber manejar la situación de manera apropiada, reconociendo tus emociones, pero redirigiéndola para no llegar a gritarle a tu hijo, ya que así solo conseguirás intimidarlo y hacerlo sentir inseguro.
Los efectos de los gritos en los niños
- Gritar no hará que te respeten: los niños no aprenderán los límites y las normas, ya que solo se comportarán de cierta forma debido al miedo que les causa la violencia verbal. Sólo se formará una relación autoritaria, cuando debería estar basada en el amor y el respeto mutuo.
- Dañan su confianza y autoestima: generalmente los gritos van acompañados de adjetivos que dañan la autoestima del niño y esto hace que se sientan inferiores e intimidados. De esta forma se distancian del adulto, ya que si ocurre algún problema es probable que no quieran pedir ayuda porque solo esperaran consecuencias negativas.
- No aprenden a autogestionar sus emociones: es importante que el niño reflexione sobre su actuar, pero si se le llama la atención con gritos se le dificulta el poder determinar y autogestionar sus propias emociones.
- Reproducen la violencia: los niños aprenden por el ejemplo, y si son castigados por medio de gritos, estos aprenderán que esta es una conducta apropiada, por lo que es probable que recurran a la violencia verbal para solucionar sus conflictos.
Educando sin gritos
Al momento de educar a los niños hay otras formas que permitirán generar una relación basada en el respeto mutuo y la confianza.
- Refuerzo positivo: reforzando el buen comportamiento del niño hará que este se sienta más inclinado a repetir su buena conducta.
- Poner normas y límites: dejar claro cuáles son las reglas de la casa permitirá que el niño reconozca cuando su conducta no es la adecuada.
- Practica la empatía: los niños también tienen emociones complejas y a veces hay que comprender el porqué de sus actitudes.
Respira e identifica tus propias emociones, de esta forma podrás recanalizarlas para poder mantener un diálogo con tu hijo de manera calmada. Pregúntale a tu hijo que es lo que pasa, cómo puedes ayudarlo y que es lo que necesita. Siempre recordándole los límites y normas que debe seguir.